jueves, 17 de mayo de 2012

Fundamentación Teórica "Inteligencia emocional"


El concepto de Inteligencia Emocional ha evolucionado mucho desde una idea de “se tiene o no se tiene/se nace o no se nace” hacia una perspectiva de idea de potencial con el que “se nace, pero que puede desarrollarse gracias a la acción educativa”. Por ello, a lo largo del siglo XX se fue considerando la influencia del aprendizaje en el desarrollo intelectual humano.

A partir de Sternberg, en los años sesenta, se comenzaba a ver la inteligencia como un conjunto de capacidades o habilidades que podían adquirirse a lo largo de nuestra vida. A partir de los años ochenta, la inteligencia era considerada según Gardner (1998), un potencial biopsicológico que resolver problemas o elaborar productos que son de gran valor par un contexto comunitario o cultural: “definir el concepto de inteligencia es un compromiso entre individuos, capaces de usar sus competencias en varios campos del conocimiento, y las sociedades, que alimentan su desarrollo individual en función de las oportunidades que les ofrecen”. Esta teoría de Gardner sugiere una línea diferente y alternativa a la perspectiva de reducir a los tests de inteligencia y al cociente intelectual el valor del la inteligencia, proponiendo la existencia de diferentes inteligencias humanas examinando una gran variedad de fuentes empíricas e intentando sintetizar un nuevo panorama de gran repercusión en el concepto actual de inteligencia: las inteligencias múltiples.

Gardner distingue siete inteligencias: la lingüística, la lógico-matemática, la espacial, la musical, la corporal y la cinética. Más adelante introducirá una octava llamada naturalista.

En esta línea, Rojas define la inteligencia como “comprensión lógica que capta la riqueza y la diversidad de elementos que se conjugan en la realidad; que penetra en ella y entiende su complejidad. Es la facultad personal para aprender de la experiencia y la habilidad para sacar lo mejor de uno mismo, sabiendo adaptarse a las circunstancias; la capacidad para comprender el texto y el contexto que nos rodea […]”.

Con la pérdida de interés del concepto “cociente intelectual” (CI) como único explicativo del ajuste de una persona en su entorno o de su éxito personal, laboral o social, surgen conceptos que hablan sobre la influencia de las emociones en nuestra forma de encarar de forma inteligente la vida y las relaciones humanas. Para ello, ha sido necesaria la evolución de las investigaciones psicológicas y los últimos hallazgos de las investigaciones neurológicas, las cuales nos llevan a fijarnos en la influencia de lo emocional en nuestra capacidad intelectual.

El descubrimiento de la formación reticular por Moruzzi y Magoun sirve de base a las teorías de la activación emocional a partir de las cuales la emoción se convierte en el auténtico motor de la conducta (Zumalabe y Maganto, 1993). Sin embargo, hay otros investigadores de la emoción que sostienen que para entenderla hay que añadir a los factores fisiológicos los cognitivos.

Otros autores sostienen que los sentimientos son el balance entre la interacción entre nuestras necesidades y la realidad. Por ejemplo, la tesis de Roseman (1984), en las que se habla de procesos de evaluación continuados.

Izard (1991) relaciona también motivación con emoción. Establece que el sistema motivacional humano está compuesto por diez emociones fundamentales. Para él, una emoción fundamental es la que tiene una cualidad subjetiva, una expresión facial y un patrón de descarga neuronal y produce unas consecuencias conductuales únicas.

Harris (1992) atribuye una enorme importancia a la imaginación en el desarrollo de las emociones. Los niños son conscientes de sus estados mentales y pueden proyectarlos en los demás usando un mecanismo que depende crucialmente de la imaginación.

Varios autores coinciden en que la experiencia de aprendizaje emocional vivida en el seno de la familia durante los primeros años de vida es trascendental para el desarrollo emocional.

Tras esa etapa, en el ámbito educativo, Goleman (1997) apuesta por un currículum que incluya activamente la enseñanza de habilidades tan esenciales como el autoconocimiento, el autocontrol, la empatía, saber resolver situaciones problemáticas… En definitiva, habilidades vitales para el desarrollo de nuestra vida.

Es fundamental aceptar que son competencias difíciles de desarrollar y que conlleva una inversión de esfuerzo, paciencia, insistencia y entrenamiento.


Tras este paseo por la evolución y diferentes enfoques respecto al tema que tratamos, podríamos definir la inteligencia emocional como:


“La capacidad que tiene el ser humano, gracias al proceso evolutivo, para armonizar lo emocional y lo cognitivo, de manera que pueda atender, comprender, controlar, expresar y analizar las emociones dentro de sí y en los demás. Todo ello le permitirá que su actuación sobre el entorno y sus relaciones humanas sean eficaces y útiles, además de tener repercusiones positivas para él y los demás en el entorno en el que se desenvuelve”.



http://www.nazaretheducator.blogspot.com

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